Decálogos: del alumno y del profesor

Decálogo del alumno (aunque en realidad son trece...):

  1. El alumno siempre tiene la razón, pero no se la dan.
  2. El alumno nunca copia, se informa.
  3. El alumno nunca duerme en clase, reflexiona.
  4. El alumno no habla en clase, intercambia impresiones.
  5. El alumno no hace el vago en gimnasia, guarda energías.
  6. El alumno no suspende, le suspenden.
  7. El alumno no fuma, se estimula.
  8. El alumno no dice tacos, se descarga.
  9. El alumno no insulta a los profesores, les recuerda lo que son.
  10. El alumno no destroza el colegio, lo decora.
  11. El alumno no lee revistas en clase, se culturiza.
  12. El alumno no tira tizas en clase, estudia su gravedad.
  13. El alumno no toca los órganos sexuales de las chicas, estudia su anatomía.


Decálogo del buen profesor (escrito por Pedro Morales):

  1. Nunca comuniques a tus alumnos los objetivos de la asignatura si es que alguna vez los has pensado. Los alumnos podrían llegar a darse cuenta de que la asignatura es inútil.
  2. La información es fuente de poder: si no quieres perderla manténte siempre en cierta ambigüedad. No des normas claras, ni mucho menos digas qué y cómo vas a evaluar. Te expones a perder autoridad o que tus alumnos dejen de venir a clase. ¿Para qué iban a hacerlo? Cuanto menos te definas estarás más a salvo de las críticas.
  3. Empéñate en explicar toda la asignatura en tiempo de clase: puedes dar por supuesto que tus alumnos no saben leer. Además si no te pasas toda la clase explicando, tus alumnos podrían llegar a darse cuenta de que no sabes otra cosa.
  4. Convierte tus clases en clases de dictador. Cuanto más copien tus alumnos, mejor, y cuanto más deprisa, mejor todavía: así no habrá tiempo para preguntas inútiles o incómodas. Si además las cosas van mal, se deberá siempre a los malos apuntes, no a tus explicaciones.
  5. Evalúa al final del curso o al final de la evaluación, o con pocos exámenes, o por lo menos –y esto es realmente importante- con muy pocas preguntas. A la emoción del examen añadirás la emoción de la lotería. Y ya sabemos todos que el que no sabe una o dos preguntas no puede saber ninguna otra.
  6. No se te ocurra evaluar con frecuencia a lo largo del curso, aunque sea de una manera más sencilla e informal, porque los alumnos podrían enterarse de lo que saben, de lo que no saben y de lo que deberían saber. Si esto llega a ocurrir, te expones a tener que aprobar a todos al final, y sufriría tu prestigio de mantenedor de un alto nivel de exigencia.
  7. No caigas en la tentación de guardar artículos de periódicos, revistas que tengan que ver con la asignatura, y mucho menos se te ocurra llevarlos a clase. Mantén el prestigio de la ciencia pura.
  8. Nunca confíes en la motivación de tus alumnos ni en su capacidad de aportar algo que merezca la pena. Si se han embarcado en una carrera de cinco años es porque no tienen otra cosa mejor que hacer. Y si se trata de niños, lo mismo pero peor.
  9. Convéncete de que somos pobrísimos y de que la escasez de medios nos impide hacer las cosas mejor. Fotocopiar unos simples apuntes o un sencillo guión es carísimo. Si en tu centro hay posibilidad de utilizar transparencias, audiovisuales u otros cachivaches, no lo hagas: esos juguetes infantilizan la clase.
  10. Cuando no puedas echar la culpa a los alumnos de lo mal que van las cosas, échasela a la estructura. Los profesores somos ciudadanos libres de toda sospecha.

[Visto en Club Telépolis y Lycos]

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