Las utilidades de la lectura

Desde Babelia Luisgé Martín plantea un tema interesante para un debate en clase y es que si la lectura sirve para algo bueno:

Hay dos virtudes que nadie le puede negar: su ejercicio produce un placer estético que sólo es superado por los que producen los de la música y la sexualidad; y desarrolla, instrumentalmente, las capacidades de comprensión y de construcción textual, que sirven para leer el prospecto de un medicamento, para redactar una carta o una reclamación, o para poder estudiar mecánica de automóviles o mecánica cuántica. Es decir, la lectura tiene una utilidad sensorial -si hay utilidades así- y una utilidad práctica -valga el pleonasmo-, pero tal vez no tenga ninguna utilidad ética, que es la que más se pregona.

Y se pregunta:
¿Son menos corruptos los que leen? ¿Son menos despóticos en sus trabajos o en sus casas? ¿Respetan más las señales de tráfico? ¿Sienten menos cólera, saben dominarla mejor? ¿Tienen mayor clarividencia política? ¿Son menos violentos?



Ventana sobre el miedo, Eduardo Galeano


El hambre desayuna miedo. El miedo al silencio aturde las calles. El miedo amenaza:

Si usted ama, tendrá sida.
Si respira, tendrá contaminación.
Si bebe, tendrá accidentes.
Si come, tendrá colesterol.
Si habla, tendrá desempleo.
Si camina, tendrá violencia.
Si piensa, tendrá angustia.
Si duda, tendrá locura.
Si siente, tendrá soledad.



[Imagen: 010808 - i need to read more, Flickr]

Enlace de interés:
- Eduardo Galeano

84, Charing Cross Road, Helene Hanff



Uno de los libros que más me han gustado de lo último que he leído es este de Helene Hanff , "escritora pobre amante de los libros antiguos", de formación autodidacta, que malvive en Nueva York y a la que le llegó la fama cuando un editor le propuso publicar las cartas que durante más de veinte años mantuvo con Frank Doel, librero de Marks & Co., una librería de segunda mano en Londres. La historia comienza cuando Helene les envía una lista de libros que desea pero que no encuentra en su ciudad "salvo en ediciones raras y carísimas, o bien en ejemplares de segunda mano en Barnes & Noble que, además de mugrientos, suelen estar llenos de anotaciones escolares". De esta forma, se inicia una correspondencia entre Helene y Frank a través de la cual no solo vamos conociendo la vida de ambos personajes sino también su pasión y entusiasmo por los libros, sus deseos, sus alegrías, sus esperanzas, sus problemas...

En el libro podemos encontrar fragmentos tan bonitos como este que escribe Helene sobre los libros de segunda mano:

El Savage Landor llegó perfectamente y se abrió al punto él solo por un diálogo romano en el que dos ciudades acaban de ser destruidas por la guerra y sus habitantes, condenados a morir en cruces, suplican a los soldados romanos que pasan que los atravieses con sus lanzas y pongan fin a su agonía (...). Me encantan esos libros de segunda mano que se abren por aquella página que su anterior propietario leía más a menudo. El día en que me llegó el ejemplar de Hazlitt, se abrió por una página en la que leí: "Detesto leer libros nuevos". Y saludé como a un camarada a quienquiera que lo hubiera poseído antes que yo.


O este otro en el que Helene hace una declaración de intenciones que le voy a imitar:

Parece tan nuevo y tan flamante como si nadie lo hubiera hojeado nunca, pero alguien lo ha leído: se abre espontáneamente por sus pasajes más bellos, y el fantasma de su anterior propietario me señala párrafos que jamás he leído antes (...) Pienso marcarlo a conciencia con suaves indicaciones a lápiz, para atraer la atención de un amante de los libros aún por nacer sobre los mejores pasajes.





En 1987 le toca al cine apropiarse de la historia con un reparto de lujo: David Hugh Jones dirige a Anne Bancroft y a Anthony Hopkins en los papeles de Helene y Frank en la película La carta final, y las críticas dicen entonces que es la película más bella sobre libros que jamás se ha filmado, tal vez la única que ha sabido plasmar bien el tema.

Miguel Hernández era un falócrata, A. Pérez Reverte

Mi viejo amigo Barlés, intrépido navegante cibernético, acaba de felicitarme las fiestas con un excepcional documento de creación propia, donde demuestra que el poeta Miguel Hernández, fascista notorio, sucio machista donde los haya, hombre reaccionario y partidario del lenguaje falócrata, sexista y casposo –de no haber muerto a tiempo en una cárcel sería hoy, supongo, académico de la RAE–, habría mejorado mucho su Vientos del pueblo si hubiera tenido la decencia lingüística de escribirlo según lo que exigen el Instituto de la Mujer, las feministas galopantes, el Gobierno español, la Junta de Andalucía entre otras muchas juntas, y sus brillantes asesores filólogos y filólogas. Quod erat demostrandum: «Vientos del pueblo me llevan, / vientos del pueblo me arrastran, / me esparcen el corazón / y me aventan la garganta. Los bueyes y las bueyas doblan la frente, / impotentemente mansa, / delante de los castigos: / los leones y las leonas la levantan / y al mismo tiempo castigan / con su clamorosa zarpa. No soy de un pueblo de bueyes y bueyas, / que soy de un pueblo que embargan / yacimientos de leones y leonas, / desfiladeros de águilas y águilos / y cordilleras de toros y vacas / con el orgullo en el asta. / Nunca medraron los bueyes y bueyas / en los páramos de España. ¿Quién habló de echar un yugo / sobre el cuello de esta raza? / ¿Quién ha puesto al huracán / jamás ni yugos ni trabas, / ni quién al rayo detuvo / prisionero en una jaula? Asturianos y asturianas de braveza, / vascos y vascas de piedra blindada, / valencianos y valencianas de alegría / y castellanos y castellanas de alma, / labrados y labradas como la tierra / y airosos y airosas como las alas; / andaluces y andaluzas de relámpagos, / nacidos y nacidas entre guitarras / y forjados y forjadas en los yunques / torrenciales de las lágrimas; / extremeños y extremeñas de centeno, / gallegos y gallegas de lluvia y calma, / catalanes y catalanas de firmeza, / aragoneses y aragonesas de casta, / murcianos y murcianas de dinamita / frutalmente propagada, / leoneses, leonesas, navarros, navarras, dueños y dueñas / del hambre, el sudor y el hacha, / reyes y reinas de la minería, / señores y señoras de la labranza. / Hombres y mujeres que entre las raíces, / como raíces gallardas, / vais de la vida a la muerte, / vais de la nada a la nada: / yugos os quieren poner / gentes y gentas de la hierba mala, / yugos que habéis de dejar / rotos sobre sus espaldas. / Crepúsculo de los bueyes y bueyas / está despuntando el alba. Los bueyes y bueyas mueren vestidos y vestidas / de humildad y olor de cuadra: / las águilas y los águilos, los leones y leonas / y los toros y las vacas de arrogancia, / y detrás de ellos, el cielo / ni se enturbia ni se acaba. / La agonía de los bueyes y bueyas / tiene pequeña la cara, / la del animal varón, hembra u homosexual / toda la creación agranda. Si me muero, que me muera / con la cabeza muy alta. / Muerto o muerta y veinte veces muerto o muerta, / la boca contra la grama, / tendré apretados los dientes / y decidida la barba y las cejas depiladas o sin depilar. Cantando espero a la muerte, / que hay ruiseñores y ruiseñoras que cantan / encima de los fusiles / y en medio de las batallas». Y sí, la verdad. Una vez matizado que las bueyas no existen, pero si hace falta se inventan como tantas otras cosas y santas pascuas, hay que reconocer que esta versión del poema, pasada por el filtro de la España de 2007 que tenemos en puertas, desfalocratiza mucho al tal Hernández. Tanto es así, que va siendo hora de plantearse, también, una revisión del Quijote –para machista y antiguo, Cervantes– adecuada a la cosa: «En un lugar de la nación de Castilla-La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo vivía un hidalgo, aunque lo mismo podía haberse tratado de una hidalga, de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín o rocina flaco o flaca y galgo o galga corredor o corredora. Una olla de algo más vaca o toro que carnero o carnera (véase bueyas), salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino o palomina de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda...».

[A. Pérez Reverte: Miguel Hernández era un falócrata (Patente de corso), XLSemanal]

Leer es rebelarse, Juan José Millás

La mitad de los españoles no lee: ahí sí que hay dos orillas, dos Españas, sobre todo si pensamos que la mitad de los que leen no entiende. En mis intervenciones en institutos y colegios intento transmitir, no sé si con éxito, la idea de que la lectura constituye uno de los pocos modos que van quedando de rebeldía eficaz frente a un mundo cada vez más mortificado. Se acabaron las revoluciones, las tomas de palacio; no hay más cera que la que arde. Eso no quiere decir que no haya que modificar la realidad (a nadie le gusta), pero hay que cambiarla a base de ponerla en cuestión de tal modo que ni ella misma se pueda contemplar en el espejo sin avergonzarse.

Y eso se hace con palabras, con libros, no a guantazos. La mayoría de la gente que desprecia la lectura se asombraría de saber hasta qué punto el dominio de la palabra otorga un poder que no cabría atribuir a una herramienta tan humilde. De hecho, hoy, más que nunca, estamos gobernados por palabras. Desaparecidas, o en estado de gravedad extrema, las ideologías, los políticos nos gobiernan a base de jerga. Por lo general, no ganan las elecciones los programas, sino las jergas. Si al PP le ha costado tanto alcanzar el poder, y finalmente ha llegado a él de un modo tan precario, es porque, pese a los esfuerzos de Aznar, su gente ha leído poco y carece de jerga. Leer es poder. Con la lectura uno es capaz de cambiar totalmente su existencia y, en consecuencia, la de quienes le rodean. Eso es modificar la realidad.

Hay en el mercado de la rebeldía multitud de productos que no hacen sino afianzar el sistema establecido, que necesita ser transgredido para certificar su existencia. La lectura no está entre esos productos porque es verdaderamente peligrosa. El que lee pone en cuestión al hacerlo todo el montaje en torno al cual chapoteamos. Es cierto que lo hace de forma silenciosa, pero ese silencio es más ruidoso que el de mil borrachos asaltando una comisaría después de que su equipo haya perdido la Liga. Por eso, quizá, las humanidades, en general, están cada vez menos presentes en los programas escolares, porque quienes mandan saben que leer es la forma de rebelión más eficaz en los tiempos que corren.


[Juan José Millás: Leer es rebelarse. Articuento: asuntos lingüísticos. Página oficial]

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El increíble lenguaje de la tribu de los pirahãs

Una tribu de apenas 200 individuos que vive en el Amazonas podría echar por tierra los postulados de Noam Chomsky sobre la capacidad innata del ser humano de construir infinitas frases a partir de un número finito de elementos (teoría de la Gramática Universal), y es que los pirahãs son capaces de comunicarse con solo ocho consonantes —siete en el caso de las mujeres— y tres vocales. En su lengua no existen los números, los pronombres, los colores, los tiempos verbales ni las oraciones subordinadas.

La ausencia de tiempos verbales, de pretéritos o futuros, influye probablemente en la ausencia de cualquier conciencia histórica, en la inexistencia de cualquier dios o mito de creación, y hasta en la formación del sistema de parentesco más simple jamás documentado. "No hay entre los pirahãs memoria individual o colectiva más allá de dos generaciones y ninguno es capaz de recordar los nombres de sus cuatro abuelos", escribe Daniel Everett, profesor de fonética y fonología en la Universidad de Manchester, que vivió durante más de 25 años entre estos indígenas.


Enlaces de interés:

- I. García: El increíble lenguaje de la tribu de los pirahãs (artículo completo).
- Colapinto, J.: The interpreter.
- El idioma pirahã.
- Entrevista a Noam Chomsky sobre la existencia de una Gramática universal innata.
- Jáuregui, P.: Descubren las bases neurológicas de la Gramática universal humana.

Cámera café: Siglo de Oro

Merece la pena ver este capítulo de Cámera Café, titulado Siglo de Oro, en el que los empleados, tras tomar el café de turno, no pueden evitar hablar en verso, emulando el teatro del siglo XVI (6:18 min.).


Los intentos de fuga de Cervantes en Argel

Miguel de Cervantes Saavedra, novelista, poeta y dramaturgo español, se cree que nació el 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares y murió el 22 de abril de 1616 en Madrid, pero fue enterrado el 23 de abril y popularmente se conoce esta fecha como la de su muerte. Es considerado la máxima figura de la literatura española. Es universalmente conocido, sobre todo por haber escrito El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, sobre la que muchos críticos han descrito como la primera novela moderna y una de las mejores obras de la literatura universal. Se le ha dado el sobrenombre de Príncipe de los Ingenios.

Cervantes siempre se mostró muy orgulloso de haber luchado en la batalla de Lepanto, que para él "fue la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros".


Batalla de Lepanto

Durante su regreso desde Nápoles a España a bordo de la galera Sol, una flotilla turca hizo presos a Miguel y a su hermano Rodrigo. Fueron capturados y llevados a Argel. Cervantes es adjudicado como esclavo. Sus raptores pensaron que era una persona muy importante y con dinero por unas cartas que llevaba a la corte española, así que pensaron que podrían conseguir un buen rescate. Pidieron quinientos escudos de oro por su libertad, pero era una suma imposible de conseguir por su familia.

Cervantes en Argel

En los cinco años de aprisionamiento, Cervantes, un hombre con un fuerte espíritu y motivación, trató de escapar en cuatro ocasiones. Para evitar represalias en sus compañeros de cautiverio, se hizo responsable de todo ante sus enemigos. Prefirió la tortura a la acusación.

El primer intento de fuga fracasó, porque el moro que tenía que conducir a Cervantes y a sus compañeros a Orán, los abandonó en la primera jornada. Los presos tuvieron que regresar a Argel, donde fueron encadenados y vigilados más que antes. Mientras tanto, la madre de Cervantes había conseguido reunir cierta cantidad de ducados, con la esperanza de poder rescatar a sus dos hijos. Como la cantidad no era suficiente para rescatar a los dos, Miguel prefirió que fuera puesto en libertad su hermano Rodrigo, quien regresó a España. Rodrigo llevaba un plan elaborado por su hermano para liberarlo a él y a sus catorce o quince compañeros más.

En el segundo intento de fuga, Cervantes se reunió con los otros presos en una cueva oculta, en espera de una galera española que vendría a recogerlos. La galera, efectivamente, llegó e intentó acercarse por dos veces a la playa pero, finalmente, fue apresada. Los cristianos, escondidos en la cueva, también fueron descubiertos debido a la acusación de un cómplice traidor, apodado El Dorador. Cervantes se declaró como único responsable de organizar la evasión e inducir a sus compañeros. El gobernador turco de Argel, Azán Bajá, lo encerró en su "baño" o presidio, cargado de cadenas, donde permaneció durante cinco meses.

El tercer intento lo trazó Cervantes con la finalidad de llegar por tierra hasta Orán. Envió allí a un moro fiel con cartas para Martín de Córdoba, general de aquella plaza, explicándole el plan y pidiéndole guías. Sin embargo, el mensajero fue preso y las cartas descubiertas. En ellas se demostraba que era el propio Miguel de Cervantes quien lo había tramado todo. Fue condenado a recibir dos mil palos, sentencia que no se realizó porque muchos intercedieron por él.
[Página manuscrita de El trato de Argel, en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes]

El último intento de escapar se produjo gracias a una importante suma de dinero que le entregó un mercader valenciano que estaba en Argel. Cervantes adquirió una fragata capaz de transportar a sesenta cautivos cristianos. Cuando todo estaba a punto de solucionarse, uno de los que debían ser liberados reveló todo el plan a Azán Bajá. Como recompensa el traidor recibió un escudo y una jarra de manteca. Azán Bajá trasladó a Cervantes a una prisión más segura, en su mismo palacio. Después, decidió llevarlo a Constantinopla, donde la fuga resultaría una empresa casi imposible de realizar. De nuevo, Cervantes asumió toda responsabilidad.

En mayo de 1580, llegaron a Argel los padres Trinitarios (esa orden se ocupaba en tratar de liberar cautivos, incluso se cambiaban por ellos) quienes se ocuparon de recolectar entre los mercaderes cristianos la cantidad para el rescate. La reunió cuando Cervantes estaba ya en una de las galeras en que Azán Bajá zarparía rumbo a Constantinopla, atado con "dos cadenas y un grillo". Gracias a los 500 escudos tan arduamente reunidos, Cervantes pudo ser liberado y regresó, al fin, a España con otros cautivos también rescatados.


Enlaces de interés:

- Amplia biografía de Miguel de Cervantes en Torre de Babel, con más detalles sobre este capítulo de su vida.
- En la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes puede leerse la obra de teatro El trato de Argel en la que recrea sus años de cautiverio. Desde esta página puede accederse a sus obras completas.
- Enlace a la biografía de Miguel de Cervantes, la batalla de Lepanto y a la Orden de los Trinitarios en Wikipedia.

Frases sobre la lectura

Miguel de Cervantes:

El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.


Jorge Luis Borges:

Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca.


John Fitzguerald Kennedy:

Amar la lectura es trocar horas de hastío por horas de inefable y deliciosa compañía.


Somerset Maugham:

La lectura no da al hombre sabiduría; le da conocimientos.


Anabel Lee, Edgar Allan Poe

Sucedió hace muchos, muchos años,
en un reino junto al mar.
Allí vivía una doncella conocida
por el nombre de Anabel Lee;
y esa doncella no vivía con otro pensamiento
que el de amarme y que yo la amara.

Yo era un chiquillo y ella una chiquilla,
en aquel reino junto al mar:
pero nos amábamos con un amor que era más que amor-
yo y mi Annabel Lee-;
con un amor que los alados serafines del cielo
envidiaban de nosotros.

Y este fue el motivo por el que, hace mucho tiempo,
en aquel reino junto al mar,
un viento llegó desde una nube, helando
a mi hermosa Annabel Lee;
entonces vino aquel hidalgo pariente suyo
y la apartó de mi lado,
para encerrarla en un sepulcro
en aquel reino junto al mar.

Los ángeles, que no eran tan felices en el cielo,
nos tenían envidia-
¡Sí! - este fue el motivo (como toda la gente sabe,
en aquel reino junto al mar)
para que el viento viniera por la noche desde la nube,
helando y matando a mi Annabel Lee.

Pero nuestro amor era mucho más fuerte que el amor
de aquellos que eran más viejos que nosotros-
de muchos que sabían más que nosotros-
y ni siquiera los ángeles allá arriba en el cielo,
ni los demonios en las profundidades del mar,
podrán nunca separar mi alma del alma
de la hermosa Annabel Lee.

Jamás brilla la luna, sin que yo sueñe
con la hermosa Annabel Lee;
jamás salen las estrellas, sin que yo sienta los brillantes ojos
de la hermosa Annabel Lee;
y así, durante toda la noche, permanezco tendido al lado
de mi querida -mi querida- mi vida y mi novia,
allá en el sepulcro junto al mar;
en su tumba junto al mar sonoro.




Radio Futura hizo una maravillosa versión musical del poema de Edgar Allan Poe:




Enlaces interesantes sobre Edgar Allan Poe:

- La máquina del tiempo (revista literaria): incluye cuentos, ensayos, poemas (en las diferentes versiones e idiomas) y textos sobre Allan Poe de otros escritores, junto con un álbum de fotos.
- Ciudad Seva: con varios cuentos del escritor: Berenice, El retrato oval; La máscara de la muerte roja; Ligeia... y un enlace a su teoría sobre el Método de composición de el cuento tomando como base El cuervo.
- En Wikisource se pueden encontrar también muchas de sus obras.

Leer es vivir más intensamente

A veces resulta muy difícil intentar explicar a alguien a quien no le gusta leer o que no le encuentra un sentido práctico a abrir un libro, porqué es bueno que lo haga. Me gustaría ir recopilando entrevistas y opiniones de escritores y lectores que recojan el sentido útil de la literatura, como por ejemplo del escritor Martín Garzo que estos días se encuentra impartiendo un curso en la Menéndez Pelayo.

Para él, "si leemos es para vivir con más intensidad nuestra vida", porque, a su modo de ver, vivir es preguntarse, aunque las preguntas más decisivas, que son de las que precisamente se ocupa la literatura, sean aquellas que no tienen respuesta.

[Entrevista con Martín Garzo en Soitu.es]

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El comienzo de un cuento, según Horacio Quiroga

Saber comenzar un cuento es tan importante como saber terminarlo. Horacio Quiroga decía:

No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

El escritor uruguayo, maestro cuentista y gran teórico sobre este género narrativo, señala que:
El comienzo de un cuento no es, como muchos desean creerlo, una tarea elemental. 'Todo es comenzar'. Nada más cierto; pero hay que hacerlo. Para comenzar se necesita, en el noventa y nueve por ciento de los casos, saber adónde se va. 'La primera palabra de un cuento -se ha dicho- debe ya estar escrita con miras al final'.

De acuerdo con este canon, he notado que el comienzo ex abrupto, como si ya el lector conociera parte de la historia que le vamos a narrar, proporciona al cuento insólito vigor. Y he notado asimismo que la iniciación con oraciones complementarias favorece grandemente estos comienzos. Un ejemplo:

Como Elena no estaba dispuesta a concederlo, él, después de observarla fríamente, fue a coger su sombrero. Ella, por todo comentario, se encogió de hombros.

Yo tuve la impresión de que un cuento comenzado así tiene grandes probabilidades de triunfar. ¿Quién era Elena? Y él, ¿cómo se llamaba? ¿Qué cosa no le concedió Elena? ¿Qué motivos tenía él para pedírselo? ¿Y por qué observó fríamente a Elena, en vez de hacerlo furiosamente, como era lógico esperar?

Véase todo lo que del cuento se ignora. Nadie lo sabe. Pero la atención del lector ha sido cogida de sorpresa, y esto constituye un desiderátum en el arte de contar.


Como muestra de su arte, ofrezco varios comienzos de cuentos de Quiroga. Frente a estas frases, comenzar con fórmulas como Era una hermosa tarde de primavera o Había una vez no producen ningún tipo de intriga ya que no evocan nada aunque, sobre todo, no comprometen a nada.

Su luna de miel fue un largo escalofrío. (El almohadón de plumas)

Desde 1905 hasta 1925 han ingresado en el Hospicio de las Mercedes 108 maquinistas atacados de alienación mental. (El conductor del rápido)

La canoa se deslizaba costeando el bosque, o lo que podía parecer bosque en aquella oscuridad. (El desierto)

Las noches en que hay luna, el sepulturero avanza por entre las tumbas con paso singularmente rígido. (El infierno artificial)

Tengo en el Salto Oriental dos primos, hoy hombres ya, que a sus doce años, y a consecuencia de profundas lecturas de Julio Verne, dieron en la rica empresa de abandonar su casa para ir a vivir al monte. (La miel silvestre)

...En fin, como no podré volver allí hasta fines de junio y no querría de ningún modo perder aquello, necesito que te cases con ella. (Un idilio)


Si a alguien le entran ganas de continuar leyendo estos relatos, puede encontrarlos en Ciudad Seva, aunque (para los futuros escritores) como ejercicio creativo propongo que, antes de leerlos, intentéis escribir el relato que os sugiera el inicio que encontréis más atractivo.

Enlace de interés:

- Horacio Quiroga: cita con la fatalidad.

Libros que nos han cambiado la vida

De vez en cuando aparece un listado de títulos literarios elegidos por personas de renombre (normalmente escritores o gente relacionada con la literatura) que siempre me resulta curioso por eso de ver cuántos libros del listado me he leído y saber ser cada vez más selectiva. Este verano ha sido el periódico El País el que ha elaborado una encuesta a un centenar de escritores sobre los diez libros que han cambiado su vida.

Lo mejor de la encuesta es que aparecen todos los participantes con sus nombres y el listado de cada uno. Lo peor (en mi opinión, claro) es que al lado de cada libro deberían haber puesto la razón de por qué ese libro determinado les cambió la vida. Mi curiosidad llega al punto de que casi me interesa más la causa que el producto. Por ejemplo, y por hablar de la primera de la lista, me gustaría saber a qué edad leyó Josefina Aldecoa Anna Karenina, o en qué circunstancias, para que le cambiase la vida (porque es uno de mis novelas favoritas, pero yo, por ejemplo, la leí con veinte años, cuando mi romanticismo estaba a flor de piel y si me cambió en algo fue en pensar que eso del adulterio está fatal y que hay que enfrentarse a todos los problemas) y no deja de ser curioso que esta misma escritora elija en segundo lugar otra novela sobre el adulterio como Madame Bovary (que leí con dieciséis y que, aunque me gustó mucho, no me cambió en nada). Me encantaría saber en qué le cambió la vida, a Juan José Millás, Robinson Crusoe, o a Sergio Ramírez El maestro y Margarita, y así con todos. Porque además me surge otra duda: ¿qué les cambió del libro, su forma de ver la vida o (ya que todos son escritores) su manera de enfrentarse a la literatura? Porque una cosa es que un libro te guste mucho, pero otra muy distinta es que te cambie la vida. Ambos criterios serían de lo más interesante para (se me ocurre) animar a los escolares a leer.

Benjamín Prado, autor del reportaje titulado "Cien escritores en español eligen los 100 libros que cambiaron su vida", se pregunta que cuántos habrán dicho toda la verdad y cuántos habrán respondido a la defensiva y deja una pregunta en el aire: ¿qué habrán preferido algunos de ellos: ser francos o quedar bien? De todo habrá, e incluso hacer un poco de publicidad (completamente innecesaria), como en el caso de Luis García Montero y Almudena Grandes (marido y mujer) que incluyen un título de cada uno en sus respectivos listados; tal vez fue tras la lectura de esos libros cuando se conocieron, y eso sería muy bonito. Pero no saber la causa hace que ya no me fíe de su criterio. Sí me fio, en cambio, de Elvira Lindo, porque ya no solo no incluye ninguno de Muñoz Molina, sino que en su listado de libros están El Lazarillo, Luces de Bohemia o Pedro Páramo, títulos con los que coincido con ella ya que yo los tuve que leer en el colegio y con ellos descubrí (por eso me cambiaron la vida, junto con La Celestina) que no solo te lo pasas bien con los libros de Los Cinco. Así que, siguiendo su lista, me voy a leer Mrs. Dalloway, Los muertos, a Munro y a Cheever porque estoy segura de que voy a disfrutar de ellos (a estas alturas ya no creo que me cambien la vida, aunque... ¿quién sabe?), y si no me gustan siempre me quedará la opción de dejarlos a la mitad y empezar con otro. Es lo bueno de los libros, que aunque los dejes a medias nunca te lo echarán en cara.

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El enfermo, Alfonso Sastre


No comprendo este nuevo síntoma de mi enfermedad. He perdido por completo la vista y tengo la asfixiante sensación de estar encerrado. No sé cuántas horas (o días) habré estado sin sentido. Lo último que recuerdo es el brillo de una lamparilla y un rumor de sollozos en el cuarto. Ahora quisiera decir a todos que he vuelto en mí; pero he perdido, aparte del habla, también todo movimiento salvo el del brazo derecho, que, al moverme, tropieza con algo que debe ser la pared de la habitación pero que, por causa de la perturbación de la sensibilidad que sufro, a mí me parece como una tabla. También experimento extrañas sensaciones, como un perfume de flores que parece ascender desde mis pies. Son penosos fenómenos que, evidentemente, confirman la extremada gravedad de mi estado.


Otros cuentos de terror en este blog:
- Minicuentos de fantasmas
-
Página asesina, Julio Cortázar

Enlaces de interés:
- Alfonso Sastre

[Imagen: Reading: Always an Adventure 01, Flickr]

Sobre la esencia y el origen de la poesía, Drummond de Andrade

El poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade, en uno de sus más bellos poemas sobre la esencia y el origen de la poesía, Procura de la poesía, advierte que esta no debe ser buscada en los acontecimientos o en los incidentes personales, ni en el gozo o dolor realmente sentidos. La confesión inmediata de los sentimientos aún no es poesía. Para él, el poeta debe buscar la poesía en el reino de las palabras y saber que su poema es una creación, un acto intencional, no una confesión.

No hagas versos sobre acontecimientos.
No hay creación ni muerte frente a la poesía.
Ante ella la vida es un sol estático,
no calienta ni ilumina.
Las afinidades, los aniversarios, los incidentes personales no cuentan.
No hagas poesía con el cuerpo,
ese excelente, complemento y confortable cuerpo,
tan indefenso a la efusión lírica.
Tu gota de bilis, tu careta de gozo o de dolor en la oscuridad
son indiferentes.
Ni me reveles tus sentimientos,
que prevalecen sobre el equívoco e intentan el largo viaje.
Lo que piensas y sientes, eso todavía no es poesía.

No cantes a tu ciudad, déjala en paz.
El canto no es el movimiento de las máquinas ni el secreto de las casas.
No es la música oída de paso; rumor del mar en las calles junto a la línea de espuma.
El canto no es la naturaleza
ni los hombres en sociedad.
Para él, lluvia y noche, fatiga y esperanza, nada significan.
La poesía (no extraigas poesía de las cosas)
elude sujeto y objeto.

No dramatices, no invoques,
no indagues. No pierdas tiempo en mentir.
No te aborrezcas.
Tu yate de marfil, tu zapato de diamante,
vuestras mazurcas y supersticiones, vuestros esqueletos de familia,
desaparecen en la curva del tiempo, son inservibles.

No recompongas
tu sepultada y melancólica infancia.
No osciles entre el espejo y la
memoria en disipación.
Que se disipó, no era poesía.
Que se partió, cristal no era.

Penetra sordamente en el reino de las palabras.
Allá están los poemas que esperan ser escritos.
Están paralizados, mas no hay desesperación,
hay calma y frescura en la superficie intacta.
Helos allí solos y mudos, en estado de diccionario.
Convive con tus poemas, antes de escribirlos.
Ten paciencia, si oscuros. Calma, si te provocan.

Espera que cada uno se realice y consuma
con su poder de palabra
y su poder de silencio.
No fuerces al poema a desprenderse del limbo.
No recojas en el suelo el poema que se perdió.
No adules al poema. Acéptalo
como él aceptará su forma definitiva y concretada
en el espacio.

Acércate y contempla las palabras.
Cada una
tiene mil fases secretas sobre la neutra faz
y te pregunta, sin interés por la respuesta,
pobre o terrible, que le des:
¿Trajiste la llave?

Repara:
yermas de melodía y de concepto,
ellas se refugian en la noche, las palabras.
Aún húmedas e impregnadas de sueño
rolan en un río difícil y se transforman en desprecio.



Drummond de Andrade fue un renovador del lenguaje poético por romper con la tendencia retoricista de los poetas anteriores e introducir el coloquialismo. Fue candidato al Nobel, premio que rechazó. En la web A media voz pueden leerse algunos de sus poemas.

Lo que todo niño debería leer

Noroeste.com propone una lista de diez libros que todo niño debería leer:

1. El Principito, Antoine de Saint-Exupéry.
2. Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll.
3. El mago de Oz, L. Frank Baum.
4. El maravilloso viaje de Nils Holgersson, Selma Lagerlof.
5. Las crónicas de Narnia, C. S. Lewis.
6. El Cascanueces y el Rey de los ratones, Ernst Theodor Amadeus Hoffmann.
7. Peter Pan y Wendy, James Matthew Barrie.
8. El viento en los sauces, Kenneth Grahame.
9. El oso Paddington, Michael Bond.
10. Los cuentos del tío Remus, Joel Chandler Harris.

De este listado, yo de niña me leí los dos primeros y Peter Pan, aunque no son las lecturas que más me gustaron de cuando era pequeña.

El artículo señala la importancia de leer buenos libros cuando se es niño, ya que de esas primeras lecturas dependerá que se continúe o no con esta afición el resto de la vida. Con muy buen criterio, recomiendan que los padres sean muy selectivos a la hora de comprar un libro adecuado para el hijo, elección que puede ser cada vez más difícil a causa de la enorme cantidad de libros que se publican hoy día.

Para mí está claro que el fomento de la lectura no debe hacerse solo desde el colegio, sino que es fundamental que en casa se respire literatura, o al menos convendría que de vez en cuando se apagase la televisión y todos se pusieran a leer e incluso (por qué no) hacerlo (correctamente) en voz alta.

La lectura de esta lista me ha hecho recordar mis primeros libros. Aparte de los inevitables de Enid Blyton y de Agatha Christie (que devoraba), recuerdo especialmente dos que me impresionaron cuando tenía entre 10 y 12 años y que añadiría porque contribuyeron a mi enganche a la lectura de por vida:

- La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe
- Mujercitas, de Louisa May Alcott (que leí y releí hasta hartarme)

A ver si alguien se anima a poner ese libro/s que le enganchó de jovencito y que contribuyó a continuar leyendo más y más.

Eufemismos

El periodista Javier Ortiz escribe una interesante columna sobre el abuso de eufemismos entre los políticos, quienes en pocas ocasiones llaman a las cosas por su nombre. Los eufemismos más peligrosos, señala, son "los que adulteran su naturaleza para facilitar que quienes los han provocado eludan su responsabilidad". Los dos ejemplos de eufemismos de este tipo que propone son mileurista y minoritario (referido a las lenguas):

Uno es mileurista. En castellano, el sufijo -ista sirve, o bien para señalar preferencias e inclinaciones, o bien para designar determinadas profesiones u oficios. Pero quien cobra sólo mil euros al mes no lo hace ni por gusto ni porque esa sea su especialidad, sino porque no tiene más remedio. No es partidario, sino víctima. Lo correcto, de admitirse el término mileurismo, sería hablar no de mileuristas, sino de mileurizados, marcando entre ambos papeles las mismas distancias que fijamos entre los esclavizados y los esclavistas.

Parecido rechazo me produce que se hable de las lenguas “minoritarias” que existen en España. Y no sólo porque alguna de esas lenguas cuente con más practicantes que otras admitidas en la Unión Europea como oficiales, sino también porque resulta irritante la presunta asepsia de su propia catalogación. Descritos como “minoritarios”, se diría que se trata de idiomas que no han alcanzado mayor desarrollo porque se han mostrado históricamente poco aptos para comunicar pensamientos y sentimientos, cuando lo cierto es que son lenguas venidas a menos a bofetadas, por culpa de la represión que su uso ha acarreado, y no sólo durante el franquismo, sino desde siglos atrás.

No son lenguas minoritarias, sino minorizadas. Conviene llamarlas así, aunque sólo sea para forzar que se discuta sobre algo que muchos preferirían dejar en silencio. O convertirlo en lo contrario.


Enlace al artículo completo:

- Javier Ortiz: Eufemismos en la trastienda (Público).

Hablaba y hablaba, Max Aub


Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.


[Imagen: Homework? Sorry... I'd rather read Voltaire, Flickr]

Enlaces de interés:
- Miguel Angel Sanchez: Biografía de Max Aub (Liceus, portal de humanidades).
- Entresiglos: sitio web que recoge publicaciones de diferentes autores sobre el escritor.
- Héctor Brioso Santos: Max Aub o La historia universal del fraude (Matices).
- Juan María Calles: Un cierto Max Aub (Revista Espéculo).

La maravillosa historia de Peter Schlemihl, Adelbert von Chamisso

Uno de los libros que he estado leyendo este verano (y que recomiendo) ha sido La maravillosa historia de Peter Schlemihl, de Adelbert von Chamisso, una peculiar versión del tema del pacto demoníaco.


Schlemihl es un joven ingenuo que en una reunión mundana conoce a un inquietante hombre vestido de gris a quien le vende su sombra a cambio de una bolsa de oro inagotable. El escarnio público y el ocultamiento avergonzado no serán las únicas consecuencias de su venta: por rico que sea, el protagonista no puede tener a la mujer que ama porque, como dice el padre de la joven, "ni a un perro le falta su sombra". Schlemihl aprenderá que el que quiera vivir entre los hombres lo primero que debe venerar es su sombra y, después, el dinero.

Adelbert von Chamisso, cuyo nombre real era Louis Charles Adelaide de Chamisso, nació en 1781 en la Campaña, Francia. Hijo de un militar, pasó la infancia en su país natal pero tenía once años cuando las convulsiones políticas lanzaron a la familia a un período de errancia por los Países Bajos, Holanda y Alemania. En 1796, el joven Adelaide consiguió la plaza de paje de la reina consorte de Federico Guillermo de Prusia. Más tarde, atribulado, combatió en las guerras napoleónicas, cayó prisionero y de regreso en Berlín empezó a escribir. Se dice que nunca llegó a hablar bien en alemán, pero en ese idioma hizo toda su obra literaria. Fue protegido de Fichte, habitual del salón de madame de Staël y cabal figura romántica. Paralelamente estudió Ciencias Naturales y en 1815 fue nombrado naturalista de una expedición alrededor del mundo. Durante tres años navegó de Hamburgo o Copenhague a Brasil, el Cabo de Buena Esperanza o Manila. La escisión que había sobrellevado casi toda su vida se selló entonces: en tierras exóticas, von Chamisso sintió que la lengua, la ciencia, la amistad y los azares del destino lo habían convertido en alemán. Federico Guillermo, que admiraba su arte, lo nombró conservador del Jardín Botánico de Berlín, donde, famoso ya como poeta, murió en 1838.

El libro (106 páginas) lo leí editado por Interzona, dentro de la colección Línea C dirigida por Marcelo Cohen y traducido por Pablo Gianera.

[Ilustración tomada de Cabinet Magazine]

Cómo ser un buen escritor

Un anónimo nos deja 19 consejos para un aspirante a escritor. Muy simpáticos:

- Lo primero hes conozer vien la hortografia.
- Cuide la concordancia, el cual son necesaria para que Vd. no caigan en aquellos errores.
- Y nunca empiece por una conjunción.
- Evite las repeticiones, evitando así repetir y repetir lo que ya ha repetido repetidamente.
- Use; correctamente. Los signos: de, puntuación.
- Trate de ser claro; no use hieráticos, herméticos o errabundos gongorismos que puedan jibarizar las mejores ideas.
- Imaginando, creando, planificando, un escritor no debe aparecer equivocándose, abusando de los gerundios.
- Correcto para ser en la construcción, caer evite en transposiciones.
- Tome el toro por las astas y no caiga en lugares comunes.
- Si Vd. parla y escribe en castellano, O.K.
- ¡Voto al chápiro!... creo a pies juntillas que deben evitarse las antiguallas.
- Si algún lugar es inadecuado en la frase para poner colgado un verbo, el final de un párrafo lo es.
- ¡Por amor del cielo!, no abuse de las exclamaciones.
- Pone cuidado en las conjugaciones cuando escribáis.
- No utilice nunca doble negación.
- Es importante usar los apóstrofo's correctamente.
- Procurar nunca los infinitivos separar demasiado.
- Relea siempre lo escrito, y vea si palabras.
- Con respecto a frases fragmentadas.

Libros para niños

Continúo disfrutando de mis largas vacaciones, ya escolares (en septiembre comienzo actividad profesional docente después de cerca de cuatro años preparándome para ello: por fin lo he conseguido), aunque en mis idas y venidas a Madrid entre playa y playa, voy aprovechando para actualizar el blog con alguna cosilla interesante.

Como la cabeza hay que cuidarla mucho en verano, no solo por fuera con grandes pamelas y gorritos de todo tipo, sino también por dentro con historias maravillosas, interesantes, divertidas y fantásticas, incluyo los libros que El País recomienda para los niños, que también tienen derecho a leer... ¿o no?:

- a partir de 6 años: Juan Oveja también, Kirsten Boie y Philip Waechter; Un secreto del bosque, Javier Sobrino.
- a partir de 7 años: De cómo nació la memoria de El Bosque, Rocío Martínez (libro ganador del X Concurso Álbum Ilustrado A la Orilla de Viento).
- a partir de 8 años: Cuentos en verso para niños perversos, Roald Dahl (irreverentes y muy divertidas versiones de cuentos populares).
- a partir de 10 años: La princesa rana, E. D. Baker; El avaro, Molière.
- a partir de 11 años: Diario de Greg, un pringao total, Jeff Kinney; Bruno Dhampiro, Rosa Gil; ¡No es tan fácil ser niño!, Pilar Lozano (premio Edebé Infantil 2008).
- para todas las edades: El final del verano, Stian Hole (Premio Ragazzi 2007 en la Feria de Bolonia).

Accediendo al enlace se puede leer una breve reseña sobre cada libro, así como la editorial, el número de páginas y el precio.

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