El mito de Dafne es uno de los que más huellas ha dejado en nuestra literatura. Esta ninfa fue amada por Apolo, de quien pudo escapar convirtiéndose en laurel, planta que desde entonces fue consagrada a Apolo, dios de la poesía, de la música y de las artes.
El mito cuenta que un día Apolo la oyó cantar y se quedó prendado de su voz. Ella, que había jurado no pertenecer jamás a un hombre, echó a correr intentando encontrar un escondite. Ante la insistencia de él, ella buscó ayuda a la Tierra quien, ante sus súplicas, comenzó a transformarla en árbol. Apolo, completamente dolido, declaró que ese árbol sería consagrado a su culto.
El laurel, como planta consagrada al dios de la juventud y de las artes, se utilizaba en la Antigüedad para coronar a los vencedores de los concursos de canto y poesía y también a los atletas. En Roma, además, se convirtió en símbolo de victoria de emperadores y generales.
Esta costumbre se extendió a la Edad Media, donde los poetas, artistas y doctores recibían coronas de laurel, de ahí el verbo laurear (premiar) y el adjetivo laureado, que en la actualidad designa a una persona galardonada con diversos premios.
La palabra bachillerato, por otra parte, procede de la forma latina baccae lauri(atus) que significa 'coronado con bayas de laurel'.
Hoy, la corona de laurel es el emblema del Premio Nobel.
También tiene su origen en esta asociación la expresión dormirse en los laureles, que significa 'descuidarse o dejar de esforzarse después de haber triunfado'.
Es curiosa la creencia del laurel como planta profética por ser Apolo también dios de la profecía: en los oráculos existía la costumbre de arrojar hojas de laurel al fuego. Si crepitaban era buen augurio mientras que si ocurría lo contrario, era señal de funestos sucesos.
Durante los siglos de oro (siglos XVI y XVII), el mito de Apolo y Dafne fue ampliamente tratado por nuestros poetas. De Garcilaso de la Vega es el célebre soneto XIII:
Otras referencias literarias las encontramos en Juan de Tassis, conde de Villamediana (Fábula de Apolo y Dafne); en Juan de Arguijo (Apolo a Dafne); Diego Hurtado de Mendoza ('¡Hermosa Dafne, tú que convertida...') o en Quevedo con varios sonetos desmitificadores como A Apolo persiguiendo a Dafne:
O este otro titulado A Dafne huyendo de Apolo:
El tema también sería tratado por Lope de Vega en la obra dramática El amor enamorado, comedia publicada póstumamente en 1635.
Más información sobre los contenidos de esta entrada:
- Apolo: página de la Junta de Andalucía.
- Sobre los significados del laurel y sus fuentes clásicas en la Edad Media y el Siglo de Oro, trabajo de J. Salazar Rincón de la UNED: en Cervantes Virtual.
- El universo mitológico de las fábulas de Villamediana (La Fábula de Apolo y Dafne), guía de lectura de Lidia Gutiérrez Arranz.
[Imágenes: Apolo y Dafne de Bernini; árbol del laurel; Julio César de Rubens]
El mito cuenta que un día Apolo la oyó cantar y se quedó prendado de su voz. Ella, que había jurado no pertenecer jamás a un hombre, echó a correr intentando encontrar un escondite. Ante la insistencia de él, ella buscó ayuda a la Tierra quien, ante sus súplicas, comenzó a transformarla en árbol. Apolo, completamente dolido, declaró que ese árbol sería consagrado a su culto.
El laurel, como planta consagrada al dios de la juventud y de las artes, se utilizaba en la Antigüedad para coronar a los vencedores de los concursos de canto y poesía y también a los atletas. En Roma, además, se convirtió en símbolo de victoria de emperadores y generales.
Esta costumbre se extendió a la Edad Media, donde los poetas, artistas y doctores recibían coronas de laurel, de ahí el verbo laurear (premiar) y el adjetivo laureado, que en la actualidad designa a una persona galardonada con diversos premios.
La palabra bachillerato, por otra parte, procede de la forma latina baccae lauri(atus) que significa 'coronado con bayas de laurel'.
Hoy, la corona de laurel es el emblema del Premio Nobel.
También tiene su origen en esta asociación la expresión dormirse en los laureles, que significa 'descuidarse o dejar de esforzarse después de haber triunfado'.
Es curiosa la creencia del laurel como planta profética por ser Apolo también dios de la profecía: en los oráculos existía la costumbre de arrojar hojas de laurel al fuego. Si crepitaban era buen augurio mientras que si ocurría lo contrario, era señal de funestos sucesos.
Durante los siglos de oro (siglos XVI y XVII), el mito de Apolo y Dafne fue ampliamente tratado por nuestros poetas. De Garcilaso de la Vega es el célebre soneto XIII:
A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu’el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo ’staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
Otras referencias literarias las encontramos en Juan de Tassis, conde de Villamediana (Fábula de Apolo y Dafne); en Juan de Arguijo (Apolo a Dafne); Diego Hurtado de Mendoza ('¡Hermosa Dafne, tú que convertida...') o en Quevedo con varios sonetos desmitificadores como A Apolo persiguiendo a Dafne:
Bermejazo platero de las cumbres,
a cuya luz se espulga la canalla:
la ninfa Dafne, que se afufa y calla,
si la quieres gozar, paga y no alumbres.
Si quieres ahorrar de pesadumbres,
ojo del cielo, trata de compralla:
en confites gastó Marte la malla,
y la espada en pasteles y en azumbres.
Volvióse en bolsa Júpiter severo;
levantóse las faldas la doncella
por recogerle en lluvia de dinero.
Astucia fue de alguna dueña estrella,
que de estrella sin dueña no lo infiero:
Febo, pues eres sol, sírvete de ella.
O este otro titulado A Dafne huyendo de Apolo:
Tras vos, un alquimista va corriendo,
Dafne, que llaman Sol, ¿y vos tan cruda?
Vos os volvéis murciégalo sin duda,
pues vais del Sol y de la luz huyendo.
Él os quiere gozar, a lo que entiendo,
si os coge en esta selva tosca y ruda:
su aljaba suena, está su bolsa muda;
el perro, pues no ladra, está muriendo.
Buhonero de signos y planetas,
viene haciendo ademanes y figuras,
cargado de bochornos y cometas."
Esto la dije; y en cortezas duras
de laurel se ingirió contra sus tretas,
y, en escabeche, el Sol se quedó a escuras.
El tema también sería tratado por Lope de Vega en la obra dramática El amor enamorado, comedia publicada póstumamente en 1635.
Más información sobre los contenidos de esta entrada:
- Apolo: página de la Junta de Andalucía.
- Sobre los significados del laurel y sus fuentes clásicas en la Edad Media y el Siglo de Oro, trabajo de J. Salazar Rincón de la UNED: en Cervantes Virtual.
- El universo mitológico de las fábulas de Villamediana (La Fábula de Apolo y Dafne), guía de lectura de Lidia Gutiérrez Arranz.
[Imágenes: Apolo y Dafne de Bernini; árbol del laurel; Julio César de Rubens]
No hay comentarios:
Publicar un comentario