Pequeños grandes cuentos


Un microrrelato (o microcuento o minicuento) es una construcción literaria narrativa diferente de la novela o del cuento. 

En todas las literaturas existen microgéneros literarios: el haiku japonés, las greguerías, las fábulas, las parábolas, el chiste, los relatos sufíes… 

Al igual que en los relatos extensos, un microrrelato, por pequeño que sea, ha de contar al menos dos historias: una es muy visible, y la otra es una reflexión que corre paralela en otro punto de la realidad. 

El cuento breve es tiempo concentrado, tan concentrado que, algunas veces, puede estar compuesto sólo por un título y una frase. Ahí tenemos El dinosaurio, de Augusto Monterroso:

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Con solo siete palabras, Monterroso cuenta una historia, rompe la frontera entre el sueño y la realidad, y nos hace imaginar mil posibilidades. Podemos escribir lo que sucedió antes, o lo que tal vez pasaría después, pero ya estará dicho todo en esa frase. 

Otro relato de una línea es El hombre invisible, de Gabriel Jiménez Emán:

Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.

Terminamos con Antón Chéjov quien, acaso sin saberlo, anotó en su cuaderno de apuntes una anécdota que bien podía haber sido un cuento condensado:

Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida.

Lástima que el ruso dejó esta idea entre sus apuntes como un diamante no pulido. De lo contrario, este podía haber sido el cuento breve más perfecto sobre la vida de un millonario suicida.

Fotografía de Paco80 en Flickr.

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