El imperativo también existe

Cada vez es más habitual observar (en el lenguaje oral, sobre todo) el mal uso que se hace del modo verbal cuando se trata de dar órdenes a una pluralidad de personas. Nos estamos acostumbrando a escuchar órdenes en infinitivo, cuando el uso correcto debería ser el imperativo. Por lo tanto, no se dice: comer, niños, sino comed, niños.

Sí está bien utilizado el infinitivo en el caso de introducir la frase por la preposición a: a comer, niños.

También es correcto el uso del infinitivo en el caso de que se dé la orden a un colectivo general, no concreto, como sucede en instrucciones, etiquetas, señales de tráfico o recomendaciones cívicas: no aparcar; no fumar; lavar a mano; pelar las patatas; etc. En estos casos, la razón para la utilización del infinitivo es que no se dan órdenes directas, sino que se consideran recomendaciones, obligaciones o prohibiciones de carácter general (se recomienda no aparcar; se recomienda no fumar; etc.).

Es también muy frecuente encontrar errores cuando el pronombre se pospone al tiempo verbal: quitaros de ahí, cuando lo correcto es quitaos de ahí (sin ese pronombre pospuesto se diría: quitad de ahí; al añadir el pronombre la -d desaparece). El único verbo que no pierde la desinencia es ir: lo correcto es idos de ahí (no iros de ahí, ni ios de ahí).

El motivo es una dejadez en la pronunciación (fonética) que va haciendo que lleguemos incluso a extrañarnos de la dicción correcta.

Termino con el soneto 42 de Lope de Vega (que, además de levantar el ánimo para quien lo necesite, sirve para practicar el imperativo, que también existe):

Dejadme un rato, pensamientos tristes,
que no me he de rendir a vuestra fuerza.
Si es gran contrario Amor, amor me esfuerza;
penad y amad, pues que la causa fuistes.

No permitáis, si de mi amor nacistes,
que la costumbre, que a volver me fuerza,
de mi firme propósito me tuerza,
pues en los desengaños me pusistes.

No queráis más que amar, amar es gloria;
no la manchéis con apetitos viles;
vencedme, y venceréis mayor victoria.

Si en Troya no hay traidor, ¿qué importa Aquiles?
Mas, ¡ay!, que es mujer flaca la memoria,
y vosotros cobardes y sutiles.


Más información sobre los contenidos de esta entrada:
- Real Academia Española
- Centro Virtual Cervantes
- El imperativo, Ramón Carnicer
- Sonetos de Lope de Vega
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