El comienzo de un cuento, según Horacio Quiroga

Saber comenzar un cuento es tan importante como saber terminarlo. Horacio Quiroga decía:

No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

El escritor uruguayo, maestro cuentista y gran teórico sobre este género narrativo, señala que:
El comienzo de un cuento no es, como muchos desean creerlo, una tarea elemental. 'Todo es comenzar'. Nada más cierto; pero hay que hacerlo. Para comenzar se necesita, en el noventa y nueve por ciento de los casos, saber adónde se va. 'La primera palabra de un cuento -se ha dicho- debe ya estar escrita con miras al final'.

De acuerdo con este canon, he notado que el comienzo ex abrupto, como si ya el lector conociera parte de la historia que le vamos a narrar, proporciona al cuento insólito vigor. Y he notado asimismo que la iniciación con oraciones complementarias favorece grandemente estos comienzos. Un ejemplo:

Como Elena no estaba dispuesta a concederlo, él, después de observarla fríamente, fue a coger su sombrero. Ella, por todo comentario, se encogió de hombros.

Yo tuve la impresión de que un cuento comenzado así tiene grandes probabilidades de triunfar. ¿Quién era Elena? Y él, ¿cómo se llamaba? ¿Qué cosa no le concedió Elena? ¿Qué motivos tenía él para pedírselo? ¿Y por qué observó fríamente a Elena, en vez de hacerlo furiosamente, como era lógico esperar?

Véase todo lo que del cuento se ignora. Nadie lo sabe. Pero la atención del lector ha sido cogida de sorpresa, y esto constituye un desiderátum en el arte de contar.


Como muestra de su arte, ofrezco varios comienzos de cuentos de Quiroga. Frente a estas frases, comenzar con fórmulas como Era una hermosa tarde de primavera o Había una vez no producen ningún tipo de intriga ya que no evocan nada aunque, sobre todo, no comprometen a nada.

Su luna de miel fue un largo escalofrío. (El almohadón de plumas)

Desde 1905 hasta 1925 han ingresado en el Hospicio de las Mercedes 108 maquinistas atacados de alienación mental. (El conductor del rápido)

La canoa se deslizaba costeando el bosque, o lo que podía parecer bosque en aquella oscuridad. (El desierto)

Las noches en que hay luna, el sepulturero avanza por entre las tumbas con paso singularmente rígido. (El infierno artificial)

Tengo en el Salto Oriental dos primos, hoy hombres ya, que a sus doce años, y a consecuencia de profundas lecturas de Julio Verne, dieron en la rica empresa de abandonar su casa para ir a vivir al monte. (La miel silvestre)

...En fin, como no podré volver allí hasta fines de junio y no querría de ningún modo perder aquello, necesito que te cases con ella. (Un idilio)


Si a alguien le entran ganas de continuar leyendo estos relatos, puede encontrarlos en Ciudad Seva, aunque (para los futuros escritores) como ejercicio creativo propongo que, antes de leerlos, intentéis escribir el relato que os sugiera el inicio que encontréis más atractivo.

Enlace de interés:

- Horacio Quiroga: cita con la fatalidad.

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