Uno de los libros que más me han gustado de lo último que he leído es este de Helene Hanff , "escritora pobre amante de los libros antiguos", de formación autodidacta, que malvive en Nueva York y a la que le llegó la fama cuando un editor le propuso publicar las cartas que durante más de veinte años mantuvo con Frank Doel, librero de Marks & Co., una librería de segunda mano en Londres. La historia comienza cuando Helene les envía una lista de libros que desea pero que no encuentra en su ciudad "salvo en ediciones raras y carísimas, o bien en ejemplares de segunda mano en Barnes & Noble que, además de mugrientos, suelen estar llenos de anotaciones escolares". De esta forma, se inicia una correspondencia entre Helene y Frank a través de la cual no solo vamos conociendo la vida de ambos personajes sino también su pasión y entusiasmo por los libros, sus deseos, sus alegrías, sus esperanzas, sus problemas...
En el libro podemos encontrar fragmentos tan bonitos como este que escribe Helene sobre los libros de segunda mano:
El Savage Landor llegó perfectamente y se abrió al punto él solo por un diálogo romano en el que dos ciudades acaban de ser destruidas por la guerra y sus habitantes, condenados a morir en cruces, suplican a los soldados romanos que pasan que los atravieses con sus lanzas y pongan fin a su agonía (...). Me encantan esos libros de segunda mano que se abren por aquella página que su anterior propietario leía más a menudo. El día en que me llegó el ejemplar de Hazlitt, se abrió por una página en la que leí: "Detesto leer libros nuevos". Y saludé como a un camarada a quienquiera que lo hubiera poseído antes que yo.
O este otro en el que Helene hace una declaración de intenciones que le voy a imitar:
Parece tan nuevo y tan flamante como si nadie lo hubiera hojeado nunca, pero alguien lo ha leído: se abre espontáneamente por sus pasajes más bellos, y el fantasma de su anterior propietario me señala párrafos que jamás he leído antes (...) Pienso marcarlo a conciencia con suaves indicaciones a lápiz, para atraer la atención de un amante de los libros aún por nacer sobre los mejores pasajes.
En 1987 le toca al cine apropiarse de la historia con un reparto de lujo: David Hugh Jones dirige a Anne Bancroft y a Anthony Hopkins en los papeles de Helene y Frank en la película La carta final, y las críticas dicen entonces que es la película más bella sobre libros que jamás se ha filmado, tal vez la única que ha sabido plasmar bien el tema.
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